El agua sin hielo
En Europa, solicitar agua fría o a temperatura ambiente es común, pero no se suele servir con los codiciados cubitos de hielo a los que los estadounidenses están acostumbrados, marcando una sutil diferencia en las preferencias de consumo.
Alargar la cena durante horas
En Estados Unidos, las cenas suelen ser rápidas, con el camarero trayendo la cuenta rápidamente. En contraste, en Europa, las cenas son momentos sociales que se alargan, brindando la oportunidad perfecta para socializar y disfrutar de la compañía, marcando una diferencia en la experiencia gastronómica.
Beber en la calle
En Europa, la flexibilidad en el consumo en la vía pública contrasta con las regulaciones más estrictas en Estados Unidos. En ciudades europeas, pedir cerveza en cines o McDonald’s es posible, mostrando una actitud más relajada hacia el consumo público, algo que sorprende a los estadounidenses.
Los besos
El gesto de beso en la mejilla, en lugar del abrazo o el apretón de manos, desconcierta a los turistas de EE. UU. Es una muestra encantadora de la diversidad cultural europea que despierta asombro y sonrisas.
Cenar bastante tarde
En países como España y Portugal, la cena se disfruta más tarde, incluso a partir de las 21:00. Esta costumbre de cenar más tarde contrasta con los horarios de cena más tempranos en muchos otros lugares, sorprendiendo a los visitantes acostumbrados a horarios de comida más convencionales.
Las colillas
Comparado con los estadounidenses, los europeos tienden a fumar más y en algunos lugares incluso se permite en interiores. Por ello, no sorprende ver suelos llenos de colillas en países como Francia, reflejando hábitos de tabaquismo más arraigados en ciertas zonas.
La edad legal para poder beber alcohol
En Europa, la edad mínima legal para beber varía entre los 16 y 18 años, mientras que en Estados Unidos, los jóvenes deben esperar hasta los 21 para consumir alcohol legalmente. Esta diferencia en la regulación sorprende a muchos visitantes estadounidenses en el continente europeo.
Los inodoros
En Estados Unidos, los retretes son simples: te sientas y presionas un botón para tirar de la cadena. En Europa, la variedad es la norma: tirar de cuerdas colgantes o pisar pedales son solo algunos ejemplos. La diversidad en inodoros es una aventura sorprendente para los visitantes estadounidenses.
Los muchos monumentos antiguos que hay
La percepción estadounidense de antigüedad difiere: un edificio de los 70 u 80 es viejo para ellos. Asombrados, contemplan monumentos europeos, erigidos mucho antes de que EE. UU. existiera, dejándolos atónitos ante tanta historia plasmada en piedra.
El nudismo
La liberación femenina en las playas y piscinas europeas contrasta con la visión estadounidense. El topless, normal en Europa, choca con leyes en EE. UU., donde la desnudez se percibe como tabú o vergonzosa, reflejando diferentes perspectivas culturales.
Los paseos
En Europa, llegar caminando a lugares como supermercados es común, mientras que los estadounidenses prefieren desplazarse en coche. Las extensas zonas peatonales sorprenden a los turistas de América, destacando una accesibilidad a pie que contrasta con la cultura del automóvil.
El precio de las cosas
En Estados Unidos, el precio final de los productos se revela en la caja, mientras que en Europa, los precios ya incluyen los impuestos aplicados. Esta diferencia sorprende a los estadounidenses acostumbrados a calcular los costos finales al momento de pagar.
Nuestra querida siesta
En Europa, es común que restaurantes, tiendas y cafeterías cierren algunas horas después del mediodía para luego reabrir al inicio de la tarde. Este cierre temporal durante el día puede sorprender a quienes están acostumbrados a horarios comerciales continuos en otros lugares del mundo.
Que la gente hable varios idiomas
En muchos países de Europa, la mayoría de la gente es al menos bilingüe y se pueden escuchar múltiples idiomas es común. Esto contrasta con la reputación de los estadounidenses, quienes generalmente hablan solo inglés, lo que a veces genera percepciones negativas entre los europeos respecto a sus habilidades lingüísticas.
Ventanas sin rejillas
La ausencia de rejillas en las ventanas sorprende a los estadounidenses. Los europeos recurren a métodos como mosquiteros o simplemente aceptan la visita ocasional de bichos, mostrando una convivencia diferente con la naturaleza.