Albarracín
Albarracín, Teruel, es un pueblo suspendido entre el pasado y el presente. Sus tres castillos y largas murallas abrazan el foso del río Guadalaviar. En lo alto, la torre califal del Andador. A media altura, la peculiar casa de la Julianeta, que desafía la gravedad con su inclinación. Albarracín, una pendiente histórica donde el tiempo parece detenerse, pero cuidado, no es apta para coches ni tacones.
Alquézar
En las vertiginosas alturas de Alquézar, Huesca, se yergue el antiguo alcázar moro, testigo de leyendas susurradas por el viento. Sus paredes abrazan la colegiata, joya románica, mientras el río Vero talla su cañón, hogar de intrépidos senderistas y audaces barranquistas. Entre sus ecos, se entremezclan susurros de batalla y gritos de júbilo.
Arcos de la Frontera
En lo alto de Arcos de la Frontera, en la plaza del Cabildo, se alza majestuoso el Balcón de la Peña Nueva. Desde aquí, el Guadalete serpentea mientras la sierra de Grazalema se recorta en el horizonte. Este enclave, testigo de antiguos reinos y alcázares, cautiva a quienes lo contemplan.
Castellfollit de la Roca
En lo alto de un acantilado de basalto se alza Castellfollit de la Roca, testigo de épocas turbulentas y fenómenos volcánicos ancestrales. Las columnas basálticas forman un paisaje infernal y majestuoso a la vez, reflejándose con duplicada belleza en las aguas del río Fluvià. Un destino que cautiva sin igual.
Chulilla
Chulilla, en Valencia, es un pueblo blanco que desafía la gravedad en las montañas del interior. Sus calles, tan estrechas que requieren semáforos para evitar choques, son un laberinto para los autos pero un placer para los peatones. Desde su castillo islámico, contemplamos las imponentes hoces del Turia, un cañón de roca caliza anaranjada. Si buscamos aventura, seguimos la ruta de los Pantaneros, rememorando los pasos de los obreros de la presa de Loriguilla a través de puentes colgantes dignos del Himalaya.
Cuenca
En el filo del abismo, entre las Casas Colgadas sobre el Huécar y los Rascacielos del Júcar, se erige Cuenca, una ciudad sin igual en España. Su historia milenaria se revela en cada paso del sendero periférico que rodea el casco histórico, una caminata de dos horas y media que te sumerge en la belleza medieval sin igu
Iznajar
En lo alto de las Sierras Subbéticas se alza Iznájar, Córdoba, donde la historia se entrelaza con el paisaje. Su fortaleza árabe da nombre a un pueblo que abraza la alegría entre las aguas del río Genil, formando el mayor embalse del sur de España. En el Patio de las Comedias, entre macetas azules, se contempla el pueblo blanco y el «lago de Andalucía». Y en la calle Villa, un ascensor desafía la empinada ladera para llevar a los muertos al cementerio. En Iznájar, los muertos caen del cielo…
Ronda
Ronda es un tesoro escondido en Andalucía que cautivó incluso a Rilke con su majestuosidad. La ciudad, equilibrada sobre dos colosales peñascos, ofrece un espectáculo único al atardecer desde el mirador de Aldehuela. El puente Nuevo, obra maestra de 98 metros sobre el tajo del río Guadalevín, es testigo del encanto eterno de esta «ciudad soñada».
Siruana
Sumérgete en la magia medieval de Siurana, Tarragona. Este pueblo, enclavado en una peña abrupta, custodia una iglesia románica, casitas de piedra y las ruinas de un castillo árabe. Desde su altura, se asoma a un acantilado calizo, ofreciendo vistas vertiginosas de la sierra de Prades y el macizo del Montsant. Leyendas de conquista y valentía se entrelazan en este escenario, mientras el mirador del Salt de la Reina Mora deslumbra con su espectacular panorámica, atrayendo a escaladores y soñadores por igual.
Vilafamés
Sobre un monte coronado de olivares y almendros, emerge la encantadora estampa de Vilafamés, en Castellón. Su trama urbana se despliega entre las colinas, con un castillo medieval vigilante desde lo alto y un paisaje natural que cautiva. Una joya entre la tierra y el cielo.